Nos sentimos seguros, aceptados y a menudo atraídos mágicamente por estas nobles criaturas, y el mundo siempre está bien cuando estamos cerca de ellas. Quizás seas un amante de los caballos y conozcas bien esta sensación. Sin embargo, también es nuestra herencia evolutiva. El interés por los animales y la naturaleza está profundamente arraigado en nosotros. El caballo ha acompañado al ser humano durante miles de años como compañero fiel. Tener un caballo tranquilo y tranquilo a nuestro lado nos tranquiliza y nos brinda seguridad, reduce el estrés. Científicamente hablando, la liberación de oxitocina, la hormona del vínculo y antagonista del estrés, fomenta que el cortisol, la presión arterial y la frecuencia cardíaca disminuyan. Por lo tanto, también hace que alguien se sienta seguro y protegido y esté dispuesto a abrirse. La presencia del caballo crea así una base ideal para entrar en un proceso de autoconciencia.

Este es uno de los grandes valores que el caballo aporta como coach. Otro es que el coach mismo, a través de la reacción del caballo al cliente, tiene otro indicador de lo que duerme inconscientemente y está profundamente oculto. La reacción del caballo es, en última instancia, lo que permite al cliente ver su propio comportamiento desde otra perspectiva. La reflexión no solo permite la toma de conciencia, sino que también puede probarse un posible cambio. De esta manera, el proceso de cambio es impulsado intrínsecamente motivado, lo que es la mejor condición previa para un cambio fundamental.